
Francisco Butinyà, sobre todo, fue un profeta y la profecía es un tesoro precioso en cualquier época porque nos impide conformarnos con lo que hay, desafía nuestra autenticidad y nos impele a una reflexión madura y sincera de lo que nos toca vivir. El profeta o la profetisa desinstala nuestros principios, nombra a Dios de forma nueva desde la seguridad de quien confía en su continua compasión y ternura.
Seguramente ante la Pandemia Francisco Butinyà no nos ofrezca soluciones, pero si nos muestra un horizonte: el de la esperanza. Un horizonte desde donde mantuvo la pasión y el compromiso con su mundo, la hondura donde sostuvo su fe y los dinamismos interiores que le hicieron ser el que fue y le ayudaron a dar siempre un paso al frente ante los conflictos, carencias y novedad de su tiempo.
Su testimonio puede encontrarnos hoy en esta encrucijada que vivimos. Él siempre estuvo dispuesto a acompañar a quien lo necesitaba, a escuchar a quien se sentia solo, a cuidar a los de cerca pero también a los de lejos.
Su fe se enraizó en la esperanza cuando tuvo que afrontar dificultades, conflictos, oscuridades...y siempre estuvo dispuesto, con palabras y obras, a dar razón de su esperanza.
Carme Soto Varela, ssj
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