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He visto al Señor



En los textos del Nuevo Testamento, nos encontramos con frecuencia con figuras que, en su comportamiento y en su forma de afrontar la realidad, nos señalan como ha de vivir y actuar un seguidor o seguidora de Jesús. Los relatos que perfilan sus historias son, además, invitaciones a adherirnos a la experiencia de fe que da sentido a su actuar. Son modelos, por tanto, que muestran, por un lado, dónde está la razón de su seguimiento (Jesús) y, por otro, el modo de llevarlo a cabo (discipulado).  

María Magdalena, es una de esas figuras. Más allá de las peculiaridades de cada texto y de las líneas teológicas de cada autor, ella es presentada en los evangelios canónicos como una discípula relevante de Jesús y testigo y anunciadora de la resurrección del Maestro. Así definida, María Magdalena adquiere el carácter paradigmático de un modelo en el que mirarse y ante el que confrontar actitudes y valores.

María Magdalena junto a las otras mujeres, es testigo privilegiado de la primera Pascua de la historia. Su experiencia íntima de lo vivido ha quedado escondida entre los pliegues de la historia, pero en una lectura atenta de los textos se puede vislumbrar la hondura y la fuerza de la vivencia que le permitió traspasar la ausencia del sepulcro y encontrarse con el Resucitado.

La presentación de Magdalena en el evangelio de Juan, tiene unas características significativas y propias de la teología del evangelista. Ella es presentada sola ante la tumba de Jesús, sin la presencia de las demás mujeres y ella únicamente, es la que recibe la aparición y el envío del Resucitado. El relato tiene mayor desarrollo narrativo que los evangelios sinópticos . 

La aparición a María Magdalena en el evangelio de Juan está enmarcada en la construcción literario-teológica que define el capítulo 20 de este evangelio. El capítulo se construye por medio de cuatro episodios que describen como fue creciendo y ahondándose la fe en Jesús en la primera comunidad a partir de los acontecimientos pascuales. Más allá de los rasgos personales de los protagonistas, lo que se resalta es el carácter prototípico de la experiencia vivida por la comunidad en su conjunto (Jn 20, 1-18). Este proceso, encarnado en los primeros seguidores y seguidoras de Jesús, es propuesto como referente para las generaciones futuras (Jn 20, 30-31). 

La figura de María Magdalena aparece en los dos primeros episodios. En ellos va encarnar un itinerario hacia la fe desarrollado en varias secuencias narrativas. Los dos primeros versículos la muestran perpleja ante lo que ve. Sola llega al sepulcro y lo encuentra vacio (Jn 20, 1). En este momento no es capaz de ver más que la ausencia de Jesús en él y sale corriendo a contárselo a Pedro y al discípulo amado (Jn 20,2). Los tres regresan al sepulcro y contemplan los signos que permanecen tras la desaparición del cuerpo: las vendas de lino y el paño de la cabeza que había recubierto el cuerpo de Jesús. El texto dice que el discípulo amado vio y creyó, es decir interpreto los signos a la luz de los recuerdos de Jesús. Pero esto no parece suficiente, y los discípulos regresan a casa y guardan silencio. 

Los versículos siguientes describen un segundo paso en la fe (Jn 20, 3-18). María Magdalena se encuentra ante el sepulcro llorando la pérdida del maestro. En su dolor, vuelve a interrogar a los hechos, buscando comprender lo que ha pasado. El encuentro con los ángeles primero y con Jesús después la encaminan a comprender la hondura de lo que está viendo y a verbalizar su confesión de fe. 

El camino que recorre desde que ve la piedra rodada del sepulcro al comienzo del relato hasta su confesión de su fe al final, es la síntesis de su itinerario como creyente. Su diálogo con el resucitado irá mostrando el proceso de ese itinerario. Al comienzo, la presencia de Jesús es extraña y desconocida. Lo confunde con un jardinero (Jn 20, 15). Pero Jesús toma la iniciativa y la llama por su nombre, y entonces ella lo reconoce (Jn 20, 16). El reconocimiento viene acompañado por una revelación y un envío a la comunidad (Jn 20, 17). María regresa junto a los discípulos/as y proclama su fe: "he visto al Señor" y narra su encuentro con él (Jn 20, 18). 

Todo el pasaje tiene evocaciones semánticas de otros textos del mismo evangelio, que refuerza el carácter paradigmático de la figura de Magdalena. La pregunta de Jesús por la razón de su búsqueda y el que ella lo llame maestro, recuerda el encuentro de Jesús con sus dos primeros discípulos (Jn 1, 35-42). El contraste entre el no ver del comienzo y la visión del final evocan las palabras del propio Jesús en los discursos de despedida: “Dentro de poco no me veréis, dentro de poco me volveréis a ver” (Jn 16,16). El paso del llanto de María Magdalena ante el sepulcro a la alegría al ver al Señor materializa aquel otro anuncio de Jesús “Llorareis os lamentareis, estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría” (Jn 16, 20). Todas estas resonancias indican el valor paradigmático de su testimonio. Ella adquiere en el texto esa función representativa y simbólica que tienen los discípulos en el evangelio de Juan. 

María Magdalena, en su encuentro con Jesús, lo llama maestro, reconociéndose así como discípula y capacitándose para recibir una enseñanza nueva, ahora a la luz de la experiencia pascual (Jn 2016-17). En las palabras que Jesús le dirige se cumple lo que él les había anunciado en los discursos de despedida: “Aquel día comprenderéis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros” (Jn 14, 20). Ahora María comprende y corre a anunciar a los demás discípulos/as: “He visto al Señor y que le había dicho estas palabras” (Jn 20, 28). Ella en la perspectiva joánica se hace portadora de la autentica revelación. Ella entra a formar parte de aquellos por los que otros llegaran a creer (Jn 17,20).

A pesar de los pocos datos que se han preservado sobre ella en los textos, su recuerdo sigue presente en nuestra memoria creyente. Los relatos que evocan su encuentro con Jesús resucitado, la proponen como paradigma de fe para todo/a creyente. Su testimonio encarna para nosotros/as ese camino que va de la incertidumbre y la oscuridad de la cruz, a la luz y las certezas hondas que emergen en el encuentro personal con el Resucitado.

Ella es modelo de actuación para todo aquel o aquella que quiera hacer el camino de encuentro con Jesús, el Cristo, y se quiera configurar con él, viviendo su fe en una comunidad construida desde los valores del Reino. 

Ella fue enviada por el Resucitado a anunciar lo que había visto y experimentado. Sus palabras apenas vislumbradas en los textos evangélicos iluminaron sin duda el corazón de la primera comunidad. Hoy su figura, su fe, sigue siendo provocadora de experiencia e indicador que puede orientar el caminar de todos aquellos o aquellas, que a lo largo de la historia, quieran ser discípulos y discípulas de Jesús, el Cristo.

Hoy ella también puede ser referente para cada una de nosotras y nosotros en estos tiempos de incertidumbre. Ella nos enseña sin duda  el camino de encuentro con la Vida en medio de la vida. 

Carmen Soto Varela,ssj


Comentarios

  1. Que ben tratas a Magdalena!. Como a tratou Xesús . Como apostol para que outros creran. Como recreación da fe en Xesús na muller. Como testemuña da relación de Amor que El crea e que leva a contarllo aos outros. Como esperanza na humanidade que se debate nas diferencias. Como fonte de gozo para toda muller.

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